¿Creéis que el cansancio asomó en algún momento después de la fiesta vivida el día anterior? ¡Qué va! Con toda la energía del mundo, la ilusión permanente que siempre nos acompaña y los nervios que también suelen estar presentes, llegamos al cole con ganas de excursión. ¡Menudo calor nos esperaba ese día!
Lo teníamos todo: ropa adecuada, almuerzo, agua, crema solar y... a las mamás y papá también. ¡Listos! ¡Nos vamos a las Secuoyas!
Después de esperar un poco a uno de los autobuses, comenzamos el viaje. Conversaciones, anécdotas, "mis abuelos viven alli", "Yo voy a baile allá", un túneeeeeel..., canciones y algún que otro mareo, llegamos al bosque de las Secuoyas.
El Bosque de Secuoyas del Monte Cabezón está muy próximo a la localidad cántabra de Cabezón de la Sal. La verdad es que resulta realmente curioso encontrarte con dos hectáreas y media de secuoyas en una zona tan atípica para estas plantaciones como es Cantabria. Las secuoyas es un especie común de la Costa Oeste de EEUU.
Actualmente es uno de los parajes más bonitos de Cantabria y el bosque fue declarado Monumento Natural.
https://www.google.es/maps/place/Monumento+Natural+de+las+Secuoyas+del+Monte+Cabez%C3%B3n/@43.3211346,-4.262065,16z/data=!4m5!3m4!1s0x0:0x3dcbeaf2a32c80ad!8m2!3d43.3211346!4d-4.2576876
¡Menudo calor! Buscamos rápidamente una explanada con sombra para coger fuerzas, hidratarnos y tomar el almuerzo. ¡Qué bien se estaba! Simplemente almorzar en medio de la naturaleza y con ese paisaje tan bonito ya eramos unos afortunados.
Algunos ya habían estado y sabían lo que se iban a encontrar. En cambio otros, que no lo conocían, ya sólo con entrar en el bosque se les iluminó la cara ¡Qué bonito! ¿Y si nos sale un oso? También empezaron a inventar historias como que las texturas rugosas de los troncos era porque un oso se rascaba las garras contra ellos. Así que a alguno también le cambió la cara y pidió la mano rápidamente a la profesora por si salía el oso.
Bajamos unos cuantos peldaños hasta llegar al corazón del bosque. La explanada principal donde se encuentran las Secuoyas más grandes y el epicentro de todas las fotografías. ¿Qué hicimos nada más llegar? Abrazar árboles, lo que tocaba. También libremente exploramos cada rincón, subimos y bajamos montículos, recogímos palos y ramas, investigamos cualquier cosa que nos parecía atractiva...
Con lápices, ceras y hojas en mano dibujamos aquello que más nos gustaba, recogimos texturas de troncos y de hojas.
Otros preferimos manipular la naturaleza tal cual y como si fueramos auténticos supervivientes nos preparamos para hacer fuego, apilamos todo lo habido y por haber para prender una hoguera, practicamos equilibrio sobre la rama de un árbol, etc.
Como véis, disfrutamos a tope toda la estancia observando aquel paraje natural tan precioso. LAS RAICES gigantescas que sobresalían del suelo y a las que había que sortear para no tropezarse; el grosor y tamaño de LOS TRONCOS, su rugosidad, color rojizo y la fortaleza que representaban; LAS RAMAS ligeramente encorvadas y LAS HOJAS largas y aplanadas, de color verde oscuro.
A pesar del calor tan intenso que hacía, dentro del bosque no lo sufrimos tanto gracias a la sombra que proporcionaban las Secuoyas y a la humedad que se respiraba en el interior del bosque.
Tocó despedirnos del mismo, retomamos el camino que habíamos realizado pero esta vez cuesta arriba, y de vuelta al autobús. Continuamos cantando las canciones de la graduación y jugando a "juegos de viaje".
Y así fue cómo descubrimos una de las maravillas de nuestra Comunidad Autónoma y pusimos en práctica conocimientos adquiridos en el aula, y en casa. Nada mejor que vivirlo para que el aprendizaje sea significativo.
Ya en clase, al día siguiente, quisimos representar la salida y para ello utilizamos los pinceles, pintura de dedos y acuarelas. Mirad que dibujos tan bonitos.
También con lo que recogimos en el bosque, realizamos composiciones en la alfombra y, también, cuánta imaginación tienen y qué cosas tan bonitas hacen, y en equipo mejor que mejor.
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